Tan
detestada como adorada, esta reina de la improvisación, anima "Sálvame"
en el canal español Telecinco.
Cuarta
entrega de nuestra serie de cinco retratos de personalidades del paisaje
audiovisual internacional.
¿Por
algún milagro de la pequeña pantalla Belén Esteban, copresentadora del programa
diario "Sálvame" en Telecinco, se ha convertido en un icono
televisivo? Cada día, "la princesa del pueblo" como se la apoda,
reúne más de dos millones de telespectadores durante las cuatro horas que dura
esta especie de talk-show que comenta en directo chismes de todo género.
Tan
querida como detestada, esta rubia de 39 años de edad, demasiado delgada, con
la cara estropeada por la vida, cuenta con mas de 480.000 seguidores en su
Twitter. A pesar de su hablar grosero y sus maneras duras, cosecharía el 7.9 %
de los votos si se presentara a las elecciones a la presidencia del gobierno,
según un sondeo realizado en 2010.
Belén Esteban, personaje perdido entre
ficción y realidad, entró en 1998 en la vida de millares de españoles, por
haber tenido una relación sentimental con el célebre torero Jesulín de Ubrique. Camarera y canguro, vivía con sus padres y hermanos en un apartamento del
barrio popular de San Blas, en el extra-radio madrileño. El, ya en la cumbre de
su gloria, vivía en una lujosa propiedad de 300 hectáreas en la provincia de
Cádiz, bautizada Ambiciones.
Su
romance se convierte en una serie en el papel couché al estilo de Dallas. Todo está ahí: la oposición de
la familia del torero hacia estos amores "contra natura", las supuestas
infidelidades, un embarazo sorpresa, el nacimiento de su hija, fuera del matrimonio, y siete meses más tarde la separación definitiva. Esta historia de una Cenicienta abandonada habría podido pararse si Belén no hubiera aceptado contar
sus desgracias en la prensa rosa y luego en la televisión. Si su vida ya
parecía una novela, se transformó en
serie.
"EL
PÚBLICO ESPERA VER EL MOMENTO EN QUE BELEN SE ESTRELLE"
En
Telecinco, propiedad del grupo Mediaset de Silvio Berlusconi, el ave herida se metamorfosea,
pierde peso, se hace rehacer los pechos, luego la cara. Su guasa, sus palabras
crudas y su agresividad fascinan. "Sálvame"
le da una tribuna a su altura. Cada día, un escenario sucinto que carece de los
grandes temas. Por lo demás, la improvisación, un género en
el que Belén, más real que la vida misma, destaca. Ella habla de otros pero
también y sobre todo de si misma, sin poner distancias. El presentador le
muestra por sorpresa la foto de su marido que abraza a otra mujer. Estalla,
llora, grita. Escucha los comentarios de los telespectadores que llaman en
directo, se pone nerviosa… "Es el hiperrealismo. Estas lágrimas parecen
más reales que las verdaderas lágrimas", explica Miguel Roig, autor del libro Belén Esteban y la fábrica de porcelana. "Y el público espera ver el momento en que Belén se estrelle, un poco como
Romy Schneider en la película La Muerte
en directo de Bertrand Tavernier". En un país donde la prensa del
corazón es todopoderosa, el público se la apropió. "¡Belén es como mi hija!
¡Sufrió tanto, la pobre!” exclama Encarna Morapardo, 83 años, en medio
del público. Para el sociólogo Fermín Boura, este fenómeno se explica por
"la nostalgia de la vida de pueblo, la vida emocional basada en los chismes.
Y Belén Esteban representa a la chica de "pueblo" víctima del agresivo entorno urbano y de las desgracias de la gente moderna, tales como el divorcio”.
"Salvame"
nació de la crisis, hace tres años, explica sin tabú el productor y co-creador
del programa, Oscar Cornejo. En lugar de comentar la vida de las estrellas y pagar por las imágenes, se habla de colaboradores a los que reclutaron, pequeñas
celebridades caídas en desgracia, repudiadas o echadas de otros sitios. "Sus
desgracias y sus disputas hacen la fortuna de la cadena". "Es la neo-televisión,
una transformación de la realidad en simulacro”, explica Gérard Imbert,
profesor en comunicación audiovisual de la universidad Carlos I de Madrid. “Hemos
pasado del juego con la realidad al juego con la identidad. Su origen modesto y
su condición de "ex" hicieron a Belén un tipo de heroína moderna, una
madre soltera con una faceta muy viril que lucha contra los elementos y
proclama "por mi hija, mato"”, sigue el Sr. Imbert, que no vacila en
hablar de "terrorismo audiovisual". "Es el símbolo de la
degradación de la televisión, pero también del discurso público, tanto al nivel
del contenido, trivial, como la forma, la invectiva que sirve para descalificar
al otro".
"LA
TELE LE DA VIDA Y SE LA ROBA AL MISMO TIEMPO"
A
pesar de aquella imagen de chica guapa, Belén habría querido ser sin embargo monja o un ama de casa "normal". ¿Le gusta su trabajo? "Es
lo que me ha tocado vivir”, y elude masticando algo de comida. “Hay días que
lo veo mal, y me habría gustado que ciertos problemas con mi marido no fueran
revelados, pero es lo que la gente pide". ¿Dejar la tele? "Pienso en
eso, pero tengo demasiada gente a cargo, mi madre, mi hermano... Y de todos modos,
no podría. La prensa, la gente, no me dejarían".
Así
como en la película The Truman Show,
de Peter Weir, Belén está atrapada en su
puesto en la televisión, el juguete de
la cadena y del público. Aunque se fuera, "los miles de ojos que la
observan en la calle son para ella como cámaras”, afirma su productor, Oscar
Cornejo. “La tele le da vida y se la roba al mismo tiempo". En Estados
Unidos, Belén habría durado sólo una hora en el “Show de Oprah Winfrey”, porque
el público, quiere ver a la gente superar sus problemas, sostiene Miguel
Roig. Pero, en España, si Belén resuelve sus problemas, el show se acaba.
Porque no hay premio al final, y ningún fin. "Salvame" es "el
más real de los reality-shows”, según Cornejo. “Y Belén Esteban es sin duda la única
persona de este país que no pertenece a nuestro mundo".
Sandrine
Morel, corresponsal de Le Monde en
Madrid
Traducción y adaptación por Furiezza y NX