¡Excelso soberano de las ondas electromagnéticas, advierta vuecencia que nada más remoto de mi intención y apetencia que perturbar la ataraxia vespertina de la pizpireta gacetillera Lydia!
¿Tendría que haber hablado así Belén para que JJ no le dijera eso de “a mi no me vuelvas a hablar así”?
Que algunos espectadores no se ubiquen lo puedo entender, pero que el propio JJ aun no se haya enterado de que están en Sálvame y no en el Palacio de Versalles me parece cómico.
Ya sabemos que a él le gustaría hacer un programa cultural, por eso sus primeros pasos fueron en la revista Pronto, pero no, Jorge come gracias a un programa de cotilleos, un programa que presume de innovador al ser como una extensión del salón de nuestra casa, un programa que potencia todo lo cutre, donde la corrección no es bienvenida, y donde se premia lo zafio.
Una vez ubicados, podemos seguir comentando que ni de lejos esa frase de Belén ha sido ni la más grosera ni la más estridente que ha dicho en el programa. Tampoco puede alegar JJ que se interrumpió la lectura del Santo Sumario, aunque tal vez en el párrafo siguiente de su contrato donde se dice que es intocable, pone que él es el único que puede interrumpir mientras leen el cue, para poner nerviosos a los colaboradores, y que lo hagan lo peor posible y pueda ridiculizarles a gusto.
Las razones de ese estúpido arranque de divo no me interesan, porque seguramente fue porque venía mal follado de casa o de donde lo haga, pero al coincidir con los coletazos de la encuesta, muchos belenófobos creyeron que JJ estaba dándoles la razón en sus quejas, y que el momento que tanto ansían se acerca.
Y de esto sí que me interesa hablar.
Parece ser que Belén es odiada porque es ordinaria y gritona, porque come en el plató, o porque está muy subidita.
Empezando por el final, si cualquiera de nosotros viéramos a toda una cadena girando a nuestro alrededor, ¿no estaríamos un poco subiditos? Si gente con más educación, cultura y sensatez no sabe digerir unos minutos de fama, demasiado bien lo lleva ella, que lleva siendo el personaje más famoso de España desde hace años.
Se dice que la culpa la tiene T5 por hacerle creer que es lo que no es. T5 es la culpable de que Belén caiga tan mal a mucha gente, pero no por eso, pues si Belén se tuviera creído que es la guinda del pastel de T5 no estaría más que respondiendo a una realidad: ES la guinda del pastel. T5 no es una ONG y si le pagan ese sueldazo es porque ella les reporta ganancias mil veces mayores. No hay ni razones oscuras ni trabajo de marketing en esto.
De lo que es culpable T5 es, en primer lugar, de haber saturado a la audiencia con Belén, y en segundo lugar, de provocar que Belén muestre su peor cara, que la tiene, como cualquiera de nosotros cuando nos sentimos atacados, y más aun cuando ese ataque es constante. Ante eso, Belén se ha puesto una coraza, ella misma decía que se había hecho más dura.
Contrariamente a esa imagen prepotente que tanto irrita, quienes la han tratado personalmente coinciden en que es sencilla, humilde, y muy cercana con la gente normal.
¿Cuál es la real? Las dos. Muchos somos así, damos lo que recibimos.
En cuanto a lo de ordinaria, gritona, que come ahí, o lo que últimamente más leo, que tiene una risa falsa, estridente y desagradable, lo podríamos englobar todo en un mismo apartado: sus formas.
Como me decía una amiga al leer en una entrada anterior que Sálvame es un programa coral, es también un programa CORRAL. Ahí gritan todos, comen todos, y no es Belén la que semana sí semana también dedica un rato del programa a hablar del monedero y mortero de las invitadas.
Sobre lo de la risa, me disgusta que hasta algunos fans de Belén se quejen de eso. Vale que muchas veces es exagerada, forzada, pero prefiero verla así que con el rictus de amargura o la lágrima de desesperación. La risa es terapéutica, hasta la risa forzada lo es, y no me extrañaría nada que haya sido su psicólogo quien le haya aconsejado que se ría todo lo que pueda.
Puestos a dar consejos, pues sí, le daríamos unos cuantos, también referentes a lo de “saber estar”, pero, si de pronto Belén dejase de ser así, los mismos que se quejan de todo eso serían los primeros en decir que ya no es la misma, que nos la han cambiado y que es una Belén descafeinada.
Esta gente son como la gata Flora. Si habla de sus adicciones, malo, si se las calla, peor. Si habla de su vida, es siempre lo mismo, si no, se quejan también porque ella está ahí para eso. Yo entiendo que Belén no puede gustar a todo el mundo, pero no que intenten justificar ese odio con un argumento hoy y con el contrario mañana.
Y aparte de tener todos un mando para ver o no ver según nuestros gustos, a quienes no les guste Belén pero sí el programa, tienen dos días a la semana para verlo sin ella, ¿no son suficiente esas 8 horazas? A mí no me gustan otros colaboradores y no voy por el mundo virtual pidiendo que los echen, tiene que haber para todos los gustos, y quienes nos gusta Belén también tenemos derecho a tenerla en pantalla.
Por otro lado, en sus primeras entrevistas, aparte de por lo guapa que estaba, llama la atención también eso, lo educadita que podía ser si se lo proponía. O más recientemente, con ocasión de la presentación de su libro, pudimos verla en algunas entrevistas, y cuando quiere, o mejor, cuando procede, sabe ser tan educada como la que más.
Volvemos a preguntar: ¿Cuál es la real? Y la respuesta vuelve a ser la misma: las dos.
Belén parece haber entendido de manera intuitiva lo que un filólogo como JJ aun no: nuestra forma de hablar, nuestro registro lingüístico, y también lo que llamaría nuestro registro actitudinal, debe adaptarse al contexto, a la situación en la que nos encontremos en cada momento. No nos expresaremos ni nos comportaremos igual en un bar de copas con los amigos que en una tertulia literaria. Belén, consecuentemente, en un programa zafio como Sálvame se comporta de manera zafia.
Pudimos ver también recientemente, en una de las entregas de Los Ojos de Belén, la de Belén en Galicia, un ejemplo de ese contraste: una Belén sencilla y humana en su trato con las mariscadoras, y una Belén estirada y artificial recibiendo unas clases de protocolo, y todos los que lo vimos nos quedamos con la primera. Las normas de protocolo se pueden aprender en 4 clases, la autenticidad no.
Creo además, que a Belén, con esto de las formas, le sucede algo similar a lo que ya comentamos hace tiempo respecto a lo de que no solo es ignorante sino que presume de serlo:
Belén debe estar harta de que le digan que es inculta, ignorante, analfabeta, etc., y ¿que pasa cuando nos dicen despectivamente que tenemos tal o cual defecto? Pues que nos rebotamos y decimos: “pues sí, lo soy y más que lo voy a ser”.
Concluyendo, aunque aun me quedarían cosas que decir:
¿Hay gente que prefiere la artificialidad y el falserío de una pija con 4 caras (Lydia)? Puede ser, pero otra mucha gente preferimos la autenticidad aunque roce con lo vulgar. Y no olvidemos lo relativo y cambiante que es el concepto de vulgaridad.